Durante algunos meses BeReal nos hizo a todos mucha gracia. Incluso yo participaba activamente, y a mí no se me suele dar bien participar en estas cosas por falta de constancia y exceso de pudor.
Primero agregabas a tus contactos –era una red social mucho más íntima que cualquier otra. Yo no tenía a nadie con quien no hubiera estado sentada en una terraza al menos cinco veces–. Luego, a una hora aleatoria del día saltaba la notificación indicando que ¡era la hora del BeReal! y tenías que subir una foto de lo que estuvieras haciendo en el momento –no era posible prepararla ni editarla, por lo que a la mayoría de los posts estaban cubiertos por una pátina de ridículo que lo hacía todo aún más adictivo–. Si no publicabas foto, no podías ver qué estaban haciendo tus amigos, y ¿quién podría resistirse a saber de qué color exacto es la moqueta que cubre el suelo de sus oficinas?
La foto solo quedaba publicada hasta que al día siguiente saltaba de nuevo la notificación. Entonces todas las imágenes del día anterior desaparecían y nos abalanzábamos sobre los móviles para subir las nuevas. No obstante, aunque nunca pudieras volver a ver las fotos de los demás, la aplicación incluía una pequeña deferencia hacia las personas nostálgicas, y permitía el acceso al archivo de todas las imágenes que hubieses subido tu mismo.
Utilicé BeReal todos los días desde finales de 2022 hasta principios de 2023. Fue muy divertido. Luego, no sé muy bien por qué, todos terminamos perdiendo el interés. De repente un día no pones foto, de repente llevas una semana sin poner, y de repente es 19 de mayo de 2024 y ni siquiera recuerdas todos los detalles sobre cómo funcionaba.
Sin embargo, pese a que ya no la use, les confieso que sigo teniendo la aplicación descargada. Ya nunca subo nada, pero sigue saltándome todos los días la notificación recordándome que es la hora del BeReal y tengo que subir el mío. El asunto es que hace ya meses pensé en borrarla, pero luego recordé el archivo de mis fotos, y quise recuperarlo antes. Quería poder tener todas mis fotos guardadas a buen recaudo en un álbum específico al que llamaría «BeReality Bites»– no es de mis mejores ocurrencias, pero me gusta así–. Quería tenerlas ordenadas cronológicamente, y poder volver a esos tiempos siempre que quisiera.
Pero no me deja. Mis «Memories» –que es el nombre atroz que utiliza esta aplicación que ahora es mi peor enemigo para referirse al archivo de imágenes– no están disponibles. Ahora no puedo recordar qué hacía el 17 de diciembre de 2022, o el 29 de enero de 2023. Qué angustia. Hay una época de mi vida que terminó y a la que no puedo volver. Me había parecido que era una época que se había quedado suspendida en el tiempo, pero me equivocaba. Cuando he querido mirar atrás, resulta que no estaba suspendida. Ya había pasado, y ahora todos estamos a otras cosas. Y ninguna de esas cosas es usar BeReal.
G una vez me dijo que creía que me asustaba mucho el paso del tiempo. Yo nunca lo había pensado con esas palabras, pero tenía razón. Eso explicaría que guarde en mi armario varios objetos que solo tienen valor sentimental –sistema antirrobo–, en una coqueta cajita amarilla, que podría localizar y agarrar con rapidez en caso de que mi casa se estuviera quemando y tuviera que salir corriendo –sistema anti incendio–.
Detesto no poder guardar todo lo que me importa –y lo que no– en esa caja, y no poder tenerlo siempre al alcance de mi mano para repasarlo y revivirlo cuando me apetezca, porque cuando esos tiempos llegaron a su fin yo no sabía que estaban terminando, y creo que esto podría pasarme otra vez y no lo soporto.
Detesto pensar que quizá no recupere las fotos de BeReal, porque ahora solo hace un año de aquello, pero algún día de golpe hará diez. Ahora no recuerdo qué hacía cada día en específico, pero sí recuerdo qué abrigo nuevo no paraba de ponerme, y a qué hora exacta cogía el tren por las mañanas. Pero dentro de 10 años ya ni siquiera recordaré eso. Se habrá desdibujado todo y para entonces ya no sabré si en esta época nos habíamos movido de planta, o si había aprobado ya el examen de acceso.
Por el momento seguiré sin borrar la aplicación de mi móvil. Aún confío en poder recuperar todo mi archivo de fotos. Sin embargo, aunque lo consiga, por mucho que me haya esforzado en negarlo, tarde o temprano tendré que asumir un hecho incómodo. No todas mis cosas cabrán en un álbum con un juego de palabras flojo cuya autoría podría atribuirse a Carrie Bradshaw, o en una caja amarilla. Entonces no sé muy bien dónde irán o cómo podré estar segura de que de verdad han ocurrido. Imagino que todo lo que no quepa ahí, como dijo Flavia citando a Guille, y este a su vez a Amaia, “quedará en nuestras mentes y ya está”.
Iratze, tienes la cualidad esencial de los buenos escritores: te desnudas en tus escritos.
Un beso. ¡Adelante!
Almudena
El tiempo, como casi todo, tiene sus cosas buenas y malas.
Lo malo: que pasa demasiado rápido y que tiende al olvido. De hecho cuando alguien desaparece, aunque suene desgarrador, la vida sigue su curso; porque no, no somos tan importantes.
Lo bueno: que compartirlo con personas como tú, sabe un poquito mejor. No te preocupes si se te olvida algo que ya estaremos el resto para recordártelo con pelos y señales (incluso cómo se apellida(ba) aquel profesor de Romano).
Y si nadie te lo recuerda es porque o no fue suficientemente importante o te hizo un daño innecesario; porque como me dijo una vez Nuria “el ser humano olvida aquello que le dañó por mera cuestión de supervivencia”. Tqm <3